Hubo una vez que una mujer que se llamaba Lina conoció a un señor que se llamaba Osvaldo, ella era una mina linda y él, tenía clase. El era grande más de 40, ella era grande, pero menor que él. Cada uno tenía un pasado, el cargaba con un divorcio y dos hijos y ella con un divorcio y una mochila de familia muy pesada.
Los presentaron, se gustaron, salieron, se enamoraron, se “casaron a la mexicana” y empezaron una vida juntos. Salían, tenían amigos, la luchaban y un día él le propuso tener un hijo, y ella pensando en todo lo que pasó y en todas las responsabilidades que tenía, lo quiso pensar. Él la convenció que ella tenía que pasar por la experiencia de ser madre y entonces ella aceptó. Así, después de 9 meses de mucho cuidado y reposo y sueños y con altibajos, un día, ella sintió que había roto bolsa y corrieron en el auto de otro a buscar la clínica que tenían reservada. No había cama, fueron a otra, a ella no le gustó y se negó a internarse a menos que le buscaran un lugar cómodo. Lo consiguió. El trabajo de parto no fue fácil, y además nacían todos varones, ella no quería varones, le hizo ir a él a prometerle a la virgen, de la iglesia que estaba cerca que si era nena, le pondría su nombre. Él bastante religioso, cumplió el pedido, justo eran los días previos a las festividades de esta virgen. El mismo día del nacimiento de esa nena, fue el día de virgen y llevó como segundo nombre, su nombre, él quiso decidir, al azar el primero. Se escuchaban las campanadas de la iglesia. Luego la historia siguió, y un año después el día del cumpleaños de esa nena, la bautizaron en esa iglesia (no tenían casamiento católico, pero el cura se hizo amigo de él). Pasó el tiempo, él tenía muchos altibajos emocionales, muchas frustraciones, idas y vueltas, además de su amor por la música (el tango, el jazz y la música clásica sobre todo) y la lectura, ella trabajaba y lucha incansablemente y tenía un tezón a prueba de balas. Esa nenita fue creciendo, el enfermó y estuvo mal por muchos años y luego de un tiempo murió, cuando esa niña ya adolescente, tenía 17 años. La familia ya estaba achicada, no había abuelos, tíos muy lejanos, pero esa mamá y esa chica siguieron adelante, la vida las llevó por muchos caminos y no les ahorró problemas, pero tampoco alegrías. Esa adolescente se convirtió en mujer y ayudó a su madre a pelear la vida que les había tocado y luchar para alcanzar los sueños que tenían, algunos se hicieron realidad. Esa mujer (la niña) recorrió muchos caminos, estudió, trabajó, cuidó a su madre hasta que un día, la perdió, quedándose huérfana y con el corazón partido, pero siguiendo adelante. Vivió un poco afuera, siguió creciendo, buscando nuevos horizontes, remando a veces en aguas tranquilas, a veces en aguas vertiginosas, cambió de barrio, de ciudad.
Un día, en sus delirios artísticos, conoce un grupo de gente, hacen música juntos, y le proponen hacer música en una misa, el mísmo día que ella había nacido, en el mismo lugar donde ella había sido bautizada, en la parroquia del mismo nombre de la virgen "Guadalupe" a la que su madre le había hecho la promesa, nombre que ella llevaba. Y entonces ese 12 de diciembre de 2010 ella fue al lugar que por última vez había visitado en brazos de su papá y al que no había vuelto nunca más. La circularidad de la vida, que le dicen. La emoción fue muy grande, la sensación fue muy fuerte, ya casi no quedan testigos de esa historia, pero les garanto que es real, esa nena fui yo.